Hoy he tenido una largaaaaaaaaa conversación con alguien a quien aprecio bastante. Esa persona está atravesando por un mal momento. Uno de esos momentos en los que la enfermedad no solo trae la tristeza, de ver mal a la persona que quieres, sino también el desencanto, la decepción, el dolor y el desengaño de no encontrar la respuesta que esperas de los tuyos: la fuerza y el ánimo, la responsabilidad...
Me buscó para apoyarse. Hace muchos años, cuando yo tenía veinte y tantos y su vida era estupenda, tranquila y feliz, ella no entendía por lo que yo pasaba: mis cambios de humor, mi dolor contenido, mi dureza, mi rabia...
Hoy, se ha hundido y ha llorado, hoy tenemos el doble de edad, somos mujeres adultas y me confiesa que no puede más, que no tiene suficiente fuerza. Que siempre ha intentado que todo esté perfecto, que nada fuera mal, que nadie viera una mala situación en su vida.... Justo en ese momento he respondido: "me encanta ser imperfecta" "Quiero ser imperfecta" "aprende a decirlo, " quiero la imperfección porque me permite equivocarme y les permito cometer errores a los demás..."
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