Recojo una frase de la inmortal obra de Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte: << Yo no soy malo, aunque no me faltarían razones para serlo>> Creo que cualquier habitante de nuestro país, en estos momentos, puede hacer suya esta frase. A excepción, claro está, de los que no necesitan razones para serlo.
Ahora, viajo mucho en autobús, observo a cada persona que sube en él e intento imaginarme y descubrir algo de su vida. Supongo que es una forma de conseguir que pase el tiempo sin aburrirme, y lo consigo.
Hace unos años no se me hubiera ocurrido algo así, apenas si miraba las caras de mis acompañantes, debo entender que para mi no tenían ningún interés o que mi cabeza daba vueltas a otros menesteres.
Resulta emocionante observar las despedidas en la estación: parejitas jóvenes que no se cortan un pelo a la hora de manifestar sus emociones; señores mayores que despiden a señoras, no tan mayores, de manera discreta y casi sin levantar la mano; padres que suben las maletas y permanecen pegados a las ventanillas hasta el último minuto; hijos que ayudan a subir con mucho mimo a sus madres mayores y que despiden tres veces como poco; emigrantes con cara de cansados y dificultad para comunicarse...Y cada no de ellos con su historia, con una vida.
Y pienso: Cuantas ilusiones, desengaños, tristezas, alegrías, miedos. Cuantas palabras, cuantos gestos, cuantas lágrimas, cuantas risas, cuantos mimos, cuantos besos, cuantos enfados. Cuanto afrontar, cuanto luchar, cuanto querer, cuanto pelear, cuanto defender, cuanto amar, cuanto disfrutar, cuanto soñar, cuanto negar...
Seguro que alguien me mira a mi y también se pregunta sobre mi vida...¡¡Cuanto vivido!!... Ahora me queda la otra mitad, ahora toca todo lo bueno.
Y una vez bien dormida, bien duchada, bien comida, bien descansada y bien tranquila. Escucho "cositas" como esta y entiendo que, pese a ser mamíferos, "algunos" lo somos con mucho arte.