Si tuviera que dejar de creer en ti, dejaría de creer en los sueños. No creería que la vida merece la pena, negaría que existe el amor, no tendría fe en la gente y no aceptaría que las personas cambian.
Si tuviera que dejar de creer en ti, dejaría de creer en mi y en esa confianza mía que me ha llevado a apostar por el mejor, siempre por ti.
¿Recordáis "El chubasquero"? ¿Esa entrada mía en la que hablaba de una persona muy especial para mí y que no estaba viviendo su mejor momento?
Casi todos los días pasa por mi mente, como una ráfaga, y me recuerda que sigue ahí, luchando.
Tardó en tomar su decisión, quizá demasiado, no sé. Pero optó por vivir:
"Una vez decidido, solo me queda confiar en los mejores, en que hagan bien su trabajo y no me hagan daño. Yo, por mi parte, pondré todo mi empeño para que salga bien. Y, si no ocurre, no pasará nada"
Realmente es de las personas más coherentes que he conocido. Aunque, esto, siempre haya provocado todos los comentarios y calificativos habidos y por haber. Es valiente, y tengo la certeza de que vivirá el resto de sus años como siempre lo ha hecho, a su manera, "manque pese".
Y un día, cuando menos lo esperas, cuando tu vida está totalmente organizada. Cuando te crees una persona madura, responsable y equilibrada. Cuando la casa, el trabajo, el dinero dejan de ser preocupaciones. Cuando los padres no están, los hermanos pasan a convertirse en compañeros- amigos y, cuando los hijos deciden ser adultos. Cuando las primeras arrugas dejan paso a otras más marcadas y, "estar bien", significa que aún se aprecia la cintura y los vaqueros no quedan huecos. Cuando una gran juerga supone una copita a deshoras y resacón al día siguiente. Cuando ves al "cachas" de treinta años como a un hijo y te parece interesante el señor de pelo cano y conversación amena. Cuando, hacer ejercicio, significa un paseo en llano y radio en mano...Justo ese día, en ese momento, la ruleta de la vida decide ILUSIONARTE.